La recuperación inmobiliaria se está produciendo a tres velocidades. Por un lado, las grandes urbes y las zonas más consolidadas de la costa experimentan fuertes repuntes del precio de la vivienda, un notable incremento de las compraventas, un encarecimiento del alquiler, un aumento de la inversión no residencial y hasta escasez de solares en venta. Por otro, las ciudades medianas han dejado atrás la atonía y ya se recuperan, aunque con menos brío que las grandes plazas inmobiliarias. Por último, las provincias menos pobladas aún registran altibajos, aunque resulta obvio que lo peor de la crisis ha quedado atrás. 

Buena parte de esta mejoría se debe a la propia tendencia macroeconómica, pero no solo. La incidencia de los inversores privados desempeñan un papel crucial en la fortaleza de las dos grandes plazas inmobiliarias, cuyas zonas prime son las más demandadas por quienes compran compran casas para ponerlas para ponerlas en el mercado del arrendamiento, obteniendo rentabilidades superiores al 10%. 

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